Es la jefa del primer cuerpo femenil de apagafuegos en la historia del municipio de Gómez Palacio. Consciente de lo que implica salvar personas a cambio de un retorno imposible, nunca sale de casa sin antes contemplar a sus niños Grettel y Santiago. “Sin despertarlos, entro al cuarto sin hacer ruido para saber que están bien. Nada más me despido de ellos por lo mismo. Porque siento que a lo mejor en algún momento ya no podré regresar”.
Así lo tiene de claro desde aquel día en que el techo de una casa le habría caído encima justo después de dar un paso más al frente. Así lo hace todos los días, toda vez que puede ser la última vez; toda vez que corre el riesgo de no volverlos a ver.
A principios del mes de febrero, Alma Elizabeth Puerta Picasso dibujaba una sonrisa al momento de ingresar al edificio del Departamento de Bomberos de Gómez Palacio, Durango. La ruta previa había dado inicio dos meses antes con el lanzamiento de la convocatoria para integrar el primer escuadrón femenil de apagafuegos en la historia del municipio. Así empezó a realizar el mundo de sueños que construyó desde siempre con la idea de ayudar a los demás sin pretender nada a cambio.
Hoy, en medio de la epidemia causada por la propagación global del coronavirus SARS-CoV2, tiene bajo su responsabilidad al cuerpo de bomberas del municipio. Apenas está cruzando los 29 años de edad, es mamá y esposa. Madre y abuela, su mami le cubre la espalda en casa para estar al pendiente de los críos. Desde que emprendió su carrera en el ámbito de la protección civil mostró amplias cualidades para desarrollar un trabajo extremo: orgullo, fuerza, guía, ejemplo e identidad protectora. Al interior del grupo ella es la jefa; es la comandante Alma Puerta.
“Empezamos con dos meses de capacitación en diferentes temas relacionados con el área de bomberos. Llevamos entrenamiento de crossfit, natación y desarrollo de habilidades en labores de Protección Civil. Para mí siempre ha sido algo muy importante aportar algo a la sociedad. El poder servir a los demás sin esperar algo a cambio. Esta institución es muy noble que te enseña a cuidar de los demás. Para nosotros una emergencia es igual de importante si es en una colonia de escasos recursos o si es una colonia donde la gente a lo mejor tiene un poco más de dinero. Nosotros no hacemos distinción. Nuestra tarea es cuidar a las personas, sus bienes, su entorno”.
—Qué es lo que sientes y piensas al atender una emergencia
—Sí hay preocupación. Si nos llaman para apagar un incendio en una casa, es necesario ir pensando en la situación que puede presentarse, tomar en cuenta antes la posibilidad de que haya alguien dentro. En el caso de un choque o una volcadura es necesario mentalizarse antes, previendo las condiciones y el número posible de personas que podrían estar en situación de riesgo. Lo más importante es llegar con cabeza fría para saber reaccionar y saber lo que tienes que hacer. Afortunadamente tenemos compañeros que cuentan ya con mucha experiencia, y eso nos da a nosotros como bomberas también mucha seguridad.
—¿Cómo le haces para alcanzar ese nivel de preparación? Sabiendo de antemano que hay un alto riesgo, el cual incluso te puede costar la vida.
—Yo pienso que la capacitación constante es lo principal. Eso te va a dar la seguridad de saber lo que tienes que hacer en caso de una emergencia. Y aparte de esto, las experiencias que vas viviendo. Claro que la teoría es importante, pero también la experiencia práctica; la experiencia real que impone este trabajo en sí mismo. Además, lo que nos transmiten los compañeros también es clave para adquirir herramientas y conocimientos para enfrentar mejor todo lo que venga después de cada servicio. Lo cierto es que nunca terminas de aprender, porque cada misión es distinta.
La jornada de trabajo
El eje de actividades diarias de la comandante Puerta y sus coequiperas de trabajo en el cuartel se activa mediante un estado permanente de alerta. Es el mundo de la adrenalina en reposo, esperando ese impredecible instante en que habrá de liberarse y estallar. Se trata de jornadas preestablecidas de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde. Sin embargo, tan solo representan una referencia artificialmente construida frente a un mundo donde la noción humana del tiempo no guarda relación alguna con los horarios fijamente impensables de toda emergencia. Al momento de la entrevista estuvo acompañada por la oficial-paramédica Jessica Reyes.
“Al llegar al Departamento tenemos que revisar las unidades, las líneas, los pitones, la ubicación de cada herramienta. Después, subimos a la planta alta. Tenemos que desayunar a primera hora, porque los servicios pueden iniciar de un momento a otro, desde temprano. Luego, hay que realizar tareas de limpieza previamente asignadas en toda la instalación. Al responder un llamado de emergencia estamos organizados mediante un rol junto con los bomberos. En esos casos, la unidad de rescate se integra por un maquinista, dos bomberos y una bombera. Todo depende del servicio al que vayamos”.
Después de un “servicio”, el regreso a la base de operaciones implica dirigir todo un protocolo de seguridad orientado por la elaboración de registros de información. La disipación de la adrenalina da paso a una fría transición mental para estructurar el parte: los datos de identidad de las personas, incluyendo condiciones de modo, tiempo y lugar que a la misión dieron forma.
“En general, hacemos lo que hace cualquier bombero al pitonear, es decir, al controlar y dirigir la manguera si es un incendio. Trabajar con la pala o el pico cuando la situación lo amerita. Así que yo en lo particular me concentro en labores de apagafuegos. En el caso de las paramédicas tienen que entregar también un reporte: quiénes y cuántos eran los lesionados; las herramientas o los materiales que se utilizaron en el servicio. Si estamos ante la situación de una persona prensada, ellas la atienden de manera directa para darle los primeros auxilios, esperando la llegada de la gente de Cruz Roja. Al darse el contacto, entregan al paciente y siguen con sus labores de bomberas. Es un complemento muy bonito, la verdad. Tenemos que estar al pendiente de todo. Incluso, el trabajo incluye en ocasiones apoyar acciones del Departamento de Protección Civil”.
Desde luego, si algo caracteriza la profesión de Alma es la complejidad. Se trata de un destino que adquiere impulso a partir de la incertidumbre del llamado imprevisto, del escenario inédito e irrepetible. No obstante, en paralelo, también se encuentra el otro destino, el inherente a la certeza inevitable de una última misión.
´¡Ya no se metan!`: a un paso de perder la vida en un derrumbe
Un mensaje oportuno de alerta fue la diferencia durante aquella jornada extrema, recuerda Alma. Pareciera que todo pudo haberse conjugado dentro de la estrechez temporal que significó el dar un paso atrás en menos de lo que dura un segundo: el presentimiento, la experiencia, el poder de la predicción e incluso, por qué no pensarlo, la intervención divina.
—¿Cómo transcurrió el incidente?
—En esa ocasión atendimos una emergencia dentro y fuera de un domicilio. Al descender de la máquina empezamos a proyectar la escena de riesgo para ingresar. Enseguida, un compañero y yo nos pusimos de acuerdo para avanzar en dirección a la puerta principal. Y fue justo antes de seguir cuando el maquinista nos dijo: “¡Ya no se metan! ¡Ya no se metan!”. La reacción inmediata fue dar marcha atrás y en eso se vino abajo una parte del techo.
En opinión de la comandante Puerta, el cuidado mutuo entre todos los integrantes del Cuerpo de Bomberos, la experiencia y los conocimientos que han ido acumulando a lo largo del tiempo fueron factor decisivo para anticiparse a lo que pudo haber derivado en una tragedia.
“De haber seguido avanzando y sufrido un accidente, ambos habríamos salido afectados. La verdad es que ellos tienen mucha experiencia, saben mucho. Detectan los límites y saben hasta dónde podemos llegar. De hecho, cuidan mucho de nosotras, más aún por considerar nuestra condición de ser mujeres. Han sido muy solidarios al ser accesibles, compartirnos toda su experiencia y enseñarnos sin machismos de por medio".
—¿La relación de grupo entonces funciona con sentido de familia, como si fuera una hermandad?
—Ellos nos cuidan siempre. Si ven que vamos a estar en riesgo nos alertan: “¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Cuidado con la presión! ¡Cuidado con el combustible!”. Nos sentimos apoyadas por ellos. De igual manera tenemos el compromiso de regresar todos juntos. Si nos fuimos los tres o los cuatro, tenemos que regresar todos juntos. No podemos dejar a nadie allá, Entonces, yo estoy segura de que si mi vida está en riesgo, ellos harán hasta lo imposible para rescatarme. Nos cuidamos entre nosotros. Es parte de la filosofía del trabajo en equipo: tenemos que cuidar nuestra vida para poder cuidar la de los demás.
—Desde tu punto de vista, ¿cuál es la parte más dolorosa de ser bombera?
—Yo pienso que son varios aspectos. Cuando hay una pérdida material, de una casa por ejemplo, siento cómo duele la tristeza de los dueños. Más todavía si se trata de personas adultas mayores, porque en ese momento están perdiendo todo el patrimonio que habían logrado en toda su vida. Sin embargo, hay un dolor mucho más fuerte: cuando ves a un padre perder a su hijo. Creo que ahí se hace más profundo el dolor.
Para la comandante Puerta Picasso, justo en experiencias tan demoledoras como estas, no sólo deviene el dolor. El proceso humano de contacto directo con esas realidades desemboca en proyecciones determinadas por el miedo. El miedo que se torna sensación latente cuando se sabe que en el próximo servicio pueden estar implicadas personas conocidas, amistades o incluso familiares en condición de víctimas.
“En una ocasión me tocó atender a personas que yo conocía. Ese día yo estaba en el área de Protección Civil cuando reportaron un choque múltiple en la colonia Morelos, el cual desgraciadamente implicaba a varios lesionados. Por la dirección que nos dieron me di cuenta de que la escena se ubicaba frente al taller de un amigo. Acudieron también las paramédicas y confirmé mi presentimiento. Ahí estaban él y su papá. Primo y sobrino respectivamente de uno de los tres heridos. Se podía respirar la angustia. Yo los conozco desde que tenía 13 años, son muy apegados a mí. Es tan fuerte el vínculo que hasta los considero parte de mi familia. Yo conocía a ese muchacho. Lo tuvieron que internar porque tuvo lesiones en cabeza y columna. Gracias a Dios salió bien después de todo”.
—¿Cómo procesaste la experiencia?
—En ese momento yo pensé en la magnitud de un golpe de ese tipo si algún día me tocara atender a mis abuelos, a mi madre o a mi esposo. Cierto, nos preparamos para ayudar a los demás, pero difícilmente estaría preparada para afrontar una situación así. Ahí está el fondo de la tristeza: la pérdida de una persona; la pérdida de una vida.
—¿Qué sientes al saber que el próximo incendio puede ser el último de tu vida, que tal vez ya no puedas regresar? ¿Cómo sobrellevar esa realidad?
—Primero, yo pienso que esta oportunidad me cambió la vida. Y no sólo por la situación, sino porque me ha permitido ver las cosas de diferente manera. Ahora sé que tengo que disfrutar más la vida porque no sé si algún día ya no pueda volver a casa. El miedo siempre está ahí. La posibilidad de no volver a ver a mis hijos representa el dolor más grande que puedo sentir. Pero, por el contrario, también estoy orgullosa de encontrarme aquí. Hay gente como la presidenta municipal que todo apostó por este proyecto y me siento muy comprometida con mis hijos, mi mamá y mi esposo. Ese compromiso consiste en asumir toda la responsabilidad de cuidarme al máximo para poder volver a casa todos los días.
Los múltiples riesgos paralelos: rescatar personas en medio de una pandemia
Paradojas de la vida. El ascenso de Alma a la comandancia del agrupamiento municipal de bomberas se da prácticamente en medio de una epidemia de alcance planetario. Apenas cuatro semanas después de su nombramiento, el día 28 de febrero, el Gobierno de la República declaraba oficialmente los tres primeros contagios en el país a causa del coronavirus SARS-CoV2, causante del síndrome respiratorio agudo grave COVID-19 (enfermedad de coronavirus del año 2019, por sus siglas en inglés).
Según reportes de la Secretaría de Salud federal, hasta la primera semana de noviembre 961 mil 938 personas se han contagiado en México, persiste un registro de 710 mil 940 pacientes recuperados y 94 mil 808 defunciones.
La nueva cepa viral tiene dos antecedentes. El primero se remonta al año 2002 con la aparición en China del SARS-CoV, de ahí su orden numérico de identificación (2). Una variante más surgió en 2008, la cual se denomina MERS-CoV (Síndrome Respiratorio de Medio Oriente). En este último caso, el virus se transmitió a las personas a través del dromedario (camello de una sola joroba).
Faltando aún por determinar el conducto animal que funcionó como transmisor intermedio, el SARS-CoV2 superó la barrera de la especie pasando del murciélago a los seres humanos. Descubierto en el ciudad de Wuhan, Provincia de Hubei, China durante la última semana de diciembre pasado, se ha propagado por todo el mundo.
Según datos de la Universidad Johns Hopkins, al día 8 de noviembre ha dejado un rastro de infección global que alcanza 49 millones 968 mil 373 casos positivos y un millón 252 mil 427 defunciones. Un 97.5% de las personas que han contraído este nuevo tipo de neumonía lograron recuperarse.
Aún sin vacuna ni tratamiento clínico para combatirlo directamente, el SARS-CoV2 puede desencadenar en distintas etapas al interior del organismo múltiples síntomas: fiebre, escalofríos, tos, dificultad para respirar, fatiga, dolores musculares, dolor de cabeza, pérdida del olfato o gusto; dolor de garganta, congestión, flujo nasal, náuseas, vómitos y/o diarrea. La gran mayoría de los casos resulta ser no grave, sin embargo, en situaciones de gravedad extrema el coronavirus tiene capacidad para provocar cuadros de neumonía (inflamación pulmonar) que pueden ser mortales.
Toda vez que el virus tiene una alta capacidad de contagio porque produce cuadros asintomáticos y puede transmitirse en estado de incubación de una persona a otra; la Organización Mundial de la Salud y las autoridades sanitarias de distintos niveles de gobierno recomiendan el confinamiento domiciliario como una de las medidas principales de contención.
—¿De qué manera te afectó inicialmente la emergencia sanitaria?
—Desde un principio fue bien difícil. Porque tomé la decisión de salir de casa junto con mi esposo. Sólo se quedaron mi mamá y los niños en el domicilio. En ese caso nada más iba para llevarles comida y provisiones. Los iba a ver por las tardes, solamente por el barandal, si acaso como una o dos horas; un ratito. No podía ni tocarlos ni abrazarlos. Nos tuvimos que mantener así más de dos meses. La verdad fue muy difícil. Ya no aguantaba. Ya quería abrazarlos y estar con ellos.
A ocho meses de haber iniciado la emergencia sanitaria, en Gómez Palacio prevalece un registro acumulado de 4 mil 394 casos positivos confirmados a coronavirus SARS-CoV2; 3 mil 551 personas han sido dadas de alta y 311 lamentablemente no pudieron superar la enfermedad; reporta al 18 de noviembre el Tablero de Datos de la Secretaría de Salud federal y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
En ese contexto, parte del trabajo de la comandante Puerta ha consistido en unirse a tareas preventivas que implican dispersar personas en el espacio público y evitar con ello concentraciones; factor determinante en brotes y multiplicación de contagios.
“Muchas veces se vienen reportes con una situación. Ahora con la contingencia puede haber aglomeración de personas o un evento social no permitido. En casos de ese tipo el trabajo es atender el reporte, revisamos la información, acudimos y hacemos también labores de Protección Civil; no solamente del área de Bomberos”.
Sin duda, la negligencia observada en varios grupos sociales y el relajamiento social han sido variables determinantes para una segunda e intensa oleada de casos positivos en la región, la entidad y, de manera específica en el municipio. En este sentido, el Gobierno del Estado de Durango implementó medidas extremas a partir del 22 de octubre pasado, a fin de contener la alta velocidad de propagación. Entre ellas, decretar periodos de ley seca, cerrar parcialmente los puentes vehiculares que interconectan a Gómez Palacio y Lerdo con Torreón; cerrar oficinas de Registro Civil y limitar servicios de transporte público.
“Sí sientes a veces decepción por las personas que no se cuidan. Sientes decepción porque mis compañeros y yo hacemos hasta lo imposible por proteger a nuestra familia. Y en cambio, nos toca ver gente sin cubrebocas, haciendo reuniones, haciendo fiestas. Eso es algo que sí te duele como ser humano. Te duele que las demás personas no vean este sacrificio que se hace. Tal vez no esperas una recompensa, pero sí esperas que alguien más se cuide y también lo haga. A nosotros nos ha costado mucho esta parte”.
Parte de la carga de trabajo en esta circunstancia ha consistido en soportar ambientes de presión extra, situaciones de conflicto, roces con ciudadanos renuentes, confrontaciones y episodios de tensión.
“Nos ha tocado en empresas, reliquias, fiestas donde hasta amenizan con tamborazo; fiestas de cumpleaños. Lo mismo ha pasado en varias ocasiones cuando se trata de atender ese tipo de situaciones en bancos. Yo diría, muchos más en los bancos, aunque de igual manera en las tiendas. Intentamos persuadir con actitud de servicio. Y a pesar de eso, hay personas que lo toman a mal, siendo que estamos viendo por su propio bien".
—¿Has sufrido agresiones?
—Pues sí. Muchas personas nos dicen groserías porque les decimos que tienen que tomar distancia. Pero nosotros tenemos que hacer oídos sordos. Es decir, aguantar en silencio y seguir con nuestro trabajo; hacer lo mejor que podamos. Por supuesto, tratamos de no entrar en conflicto con ninguna persona, porque somos servidores públicos y aparte hacemos esto porque lo amamos y comprendemos.
En compañía de la oficial-paramédica Jessica Reyes
—¿De qué manera aumenta el riesgo y lo afrontas en esta circunstancia?
—Sí es más grande el nivel de riesgo. Ahora entra en juego también el factor del miedo al atender a una persona; el no saber si está contagiada o no. Antes se tenían los cuidados de rutina usando guantes. En este momento se requieren el cubrebocas, los googles y la careta. Hay que cuidarse más. Los cambios han sido fuertes, porque ahora hasta para atender un incendio en una casa es indispensable alejarse y exigir la distancia a más de metro y medio si alguien se acerca. Al volver a la estación tenemos que usar los atomizadores sanitizantes para la ropa, lavarnos las manos e incluso la cara. Todo cuanto se pueda.
Si bien ha sido una etapa muy compleja, para Alma no hay punto de retorno. Es un momento difícil para la gente en todos los aspectos. Así, dice, el compromiso y la responsabilidad son todavía más fuertes; más grandes.
“Es mucho trabajo. Sí nos tocó un tiempo en que la idea era disfrutar un poco más, capacitarnos más; teníamos muchos planes pero se vino la contingencia y movió todo. En ciertos momentos se me hacía difícil comprender el por qué de esta pandemia precisamente cuando estábamos arrancando. Ni hablar, tuve que dejar a mi familia por un tiempo. Pero por el contrario, tampoco podía decir ‘renuncio y me voy’. Esto es algo que amo y es una época en que nos necesita la sociedad. En conjunto, como bomberas, no podemos renunciar en el momento más difícil que nos ha tocado enfrentar".
Sin obviar las condiciones impuestas por un trabajo al límite de la supervivencia, Alma siente que hay un respaldo total por parte de la familia. Ese ha sido un factor esencial para seguir adelante con su profesión y dedicarse de tiempo completo al trabajo que desempeña.
“Pues yo he notado siempre que mi mamá está orgullosa. Está contenta y de algún modo presume que estoy trabajando aquí. Por supuesto, se preocupa cuando no llego a casa a la hora prevista. Empieza a marcar para preguntar qué pasó: ‘¿Todo está bien? ¿Cómo están tus compañeros?’. Sí, está preocupada, pero también orgullosa. Está contenta. Y de algún modo presume que yo estoy aquí; se siente orgullosa de que seamos las primeras bomberas que hay aquí en La Laguna”.
—Termina la jornada. ¿Qué es lo primero que haces cuando llegas a casa?
—Yo tengo dos niños: Santiago Alexander y Grettel Matilde Valles Puerta. El niño tiene siete y la niña, dos años. Ellos me reciben siempre con mucho gusto y, al pasar eso, mis pensamientos más todo lo que haya vivido aquí en la estación aquí se quedan también. Llegando a casa, me concentro en la familia. Claro, por la naturaleza del trabajo hay que tener disposición a cualquier hora, me mantengo al pendiente del radio o del teléfono por si hay una emergencia grande, o por si hay que trasladarse para apoyar.
—¿Qué sentimientos has palpado en esta nueva etapa de relación con tus hijos?
—A veces sí existe la ausencia con los hijos, pero también están contentos. Eso me lo da a entender Grettel cuando apenas está empezando a hablar y ya dice: "mi mamá es bombera". Es algo que me llena de mucho orgullo, porque de esa manera puedo enseñarles que los sueños se pueden lograr. No sólo con palabras, sino enseñándoles con el ejemplo. Yo quisiera que ellos también lo llevaran a cabo y aunque vean que esto es un sacrificio del que la familia es parte, representa al mismo tiempo un sueño: estar al servicio de la comunidad.
—¿Cómo concilias las actividades que tienes con las de tu esposo?
—Sí es difícil porque el trabajo es totalmente diferente. Es una muy buena persona. Desde luego, a veces tenemos diferentes puntos de vista. Su trabajo es del ramo automotriz y no tiene nada que ver con el mío, que pertenece al área de la salud y la protección civil. Ha sido comprensivo, sobre todo en aquellas situaciones donde es imposible mantener el plan que habíamos acordado. Él sabe que ante una emergencia, yo me tengo que retirar y acudir al trabajo.
—¿Qué haces al salir de casa para trasladarte a la estación? Ello, teniendo en claro los riesgos de la profesión.
—Pienso en mis hijos, aunque sé que están en buenas manos. Siento mucha confianza toda vez que mi mamá los cuida. En la mañana que me vengo al trabajo ellos todavía están dormiditos. Entro al cuarto sin hacer ruido y nada más me despido de ellos. Sin despertarlos, contemplo a mis niños Grettel y Santiago para saber que están bien. Así es todos los días, porque sé que puede ser la última vez. Sé que corro el riesgo de no volverlos a ver. Así es por lo mismo, porque siempre siento el compromiso de verlos y saber que están bien; porque siento que a lo mejor puede llegar algún día en que yo no pueda regresar.
—¿Y al volver?
—En la mayor parte de las ocasiones ellos ya comieron. Llego, me siento a la mesa y siempre están encima de mí todo el tiempo. Santiago es un niño muy noble y por su edad pasa más tiempo viendo televisión y jugando fútbol. En cambio, Grettel es más apegada; no me suelta en ningún momento. Pero todo el tiempo está el apoyo de mi mamá. Ella está ahí. Siempre. Para todo.
Los sueños, la familia, el respaldo de mamá y una inspiración desde el cielo
En el sueño de la comandante Alma Puerta confluyen el espíritu de servicio, la actitud solidaria, el compromiso permanente por cuidar a los demás y la certeza del éxito personal y familiar que ha alcanzado en esta etapa crucial de su vida. El talento de equipo también representa un soporte esencial para atesorar ilusiones y fortalecer la aspiración profesional de un crecimiento permanente.
“Creo que soy una mujer exitosa, porque podría ser bombera sin recibir un pago a cambio. Entonces estoy bien contenta y orgullosa. Siento muy bonito levantarme y amar el trabajo. Y luego llegar a casa; amar mi casa. Pienso que no podría tener algo mejor. Que si hay que tenerlo, pues claro que hay que buscarlo. Claro que queremos ir creciendo. Queremos ser maquinistas,jefas de turno; llegar a ser comandantes. Somos seis bomberas. Las seis tenemos mucha ambición y muchas ganas de crecer. Estoy segura de que lo vamos a lograr, porque si ya llegamos hasta aquí, nada nos puede detener para alcanzar nuestros objetivos. La verdad es que todas las chavas del cuerpo de bomberas son bien talentosas. Todas. Todas ellas”.
—En este caso, cuál es tu sueño al ser hoy día comandante de bomberas en Gómez Palacio.
—Pienso que mi mayor sueño: el de servir a los demás con mi trabajo ya se cumplió. Sin embargo, quiero seguir avanzando. Por lo pronto, ahorita ya estoy cursando estudios para formarme como paramédica. Siento que así, poco a poco, voy plasmando cada objetivo. Ahora estoy en ese proceso de instrucción, pero también sé que en algún momento tendré la oportunidad de ser maquinista e ir creciendo más. Y en este caso, la idea es no sólo pensar en mí, sino hacer todo lo posible para que mis compañeras también vayan creciendo. La idea es que podamos crecer todas.
—¿Contenta?
—Bien contenta. Bien agradecida por la oportunidad; por tener el privilegio de estar cumpliendo nuestro sueño al ser las primeras mujeres apagafuegos en el municipio y la región. también nos da el compromiso de hacerlo bien. Y de que no tengan un mal concepto de nosotras, sino de que “sí son trabajadoras, sí son entronas, sí hacen las cosas bien, se preparan, se capacitan”, para que vengan otras. Nosotros, como quien dice, nomás estamos abriendo terreno. La verdad estoy convencida de que más adelante empezarán a integrarse más mujeres. Porque en distintos servicios me he topado con niñas, y ellas me dicen “yo quiero ser bombera”. Al paso del tiempo, sé que estas niñas en algún momento van a empezar a crecer y se van a acordar, a lo mejor de mí, o a lo mejor de un servicio donde vieron en acción a una mujer y no se les va a quitar esa idea de su mente. Espero que para cuando eso suceda, hayamos dejado el camino preparado para todas ellas.
—Y si alguno de tus críos llegara a decir, “mamá, quiero ser como tú”...
—Les diría lo que me dijo mi papá. "Tienes que hacerlo, pero hacerlo bien. Tienes que ser la mejor". Entonces, si mi niño quiere ser, pues que lo haga y que sea el mejor.
—Y si es Grettel quien te lo diga...
—También. Con las mismas ganas para que siga la herencia ahí. A lo mejor si tendría miedo. Porque sabría exactamente lo que ella tendría que enfrentar. Pero también sabría lo que ella podría sentir porque lo estoy sintiendo; comprendería su sentimiento, le compraría su equipo y la apoyaría por siempre.
—Alma, antes de concluir la entrevista, ¿cómo podrías describir tus emociones? ¿Cuál es tu actitud personal todos los días al hacer tu trabajo y haber dado este primer paso como la primera comandante del Cuerpo de Bomberas de Gómez Palacio, Durango?
—Me siento muy contenta, me siento muy orgullosa, muy agradecida con la presidenta municipal por la oportunidad. Porque ella creyó en la mujer. Creyó en nosotros como seres capaces de realizar este trabajo. Nos ha respaldado. Yo quisiera decirles a las demás mujeres que no se detengan si de cumplir sus sueños se trata. No se detengan. No se queden ahí. No se detengan, porque también creo que muchas veces las alas nos las cortamos nosotras mismas. Todo se puede lograr si sueñan con ser policías, bomberas o quieren trabajar en la Defensa Nacional. Tenemos la misma capacidad de un hombre, tal vez no en fuerza física, pero sí podemos complementarnos y hacer un trabajo en equipo. Yo les invitaría a que cumplan sus sueños, a que disfruten de su vida porque de un momento a otro se nos puede acabar.
Epílogo
"Mi mayor agradecimiento es para mi mamá, que gracias a ella yo puedo hacer mis sueños realidad. Porque me vengo confiada, sabiendo que los niños van a estar bien cuidados. Muchas gracias, mamá. Por todo el apoyo que me das y porque si no fuera por ti, nada de esto sería posible. A mis hijos quiero enseñarles que los sueños se pueden hacer realidad. Santi, sigue esforzándote, sigue siendo el niño bueno que eres y a Mati que se siga esforzando y que se siga aferrando a lo que ella quiera, todos los sueños se pueden cumplir. A mi esposo por el apoyo incondicional y porque sé que va a estar a mi lado todo el tiempo. cuidando de mí y viendo que yo pueda lograr mis sueños. Muchas gracias a cada uno de mis familiares y mis amigos que han creído en mí. que se sienten orgullosos de mí. Y pues lo más importante, mi papá que está en el cielo y gracias a él yo puedo hacer todo esto".