Entre los años 2007 y 2013 la Comarca Lagunera, una región interestatal compartida por los estados de Coahuila y Durango en el centro-norte de México, se ubicó entre las zonas más violentas del país y del mundo. Teniendo como escenario una disputa territorial, los modos de presión e intimidación instrumentados por poderosas estructuras del crimen organizado se generalizaron a periodistas, trabajadores de prensa y sedes corporativas de medios masivos de comunicación. Ello derivó en situar como objetivos indiscriminados a todos los factores del proceso de información periodística, abarcando recursos humanos, materiales, operativos e inmobiliarios. Así, el fenómeno de presión se radicalizó. Inició con la agresión centrada en periodistas y evolucionó al atentado corporativo-organizacional. Surge de esta manera el periodismo de autogestión preventiva. Producto de un estado de estrés postraumático, esta modalidad refleja la aplicación de un método emergente por parte de los agentes sociales de información, creado al vuelo para reportear sin identidad visible, anteponiendo la evaluación previa del peligro y la protección personal. Y bajo esa circunstancia también, se configura una categoría paralela a la del corresponsal de guerra: la conferida a integrantes de una comunidad periodística residente de guerra. Es decir, aquella persona que ejerce el periodismo en condiciones extremas de hostilidad mediante labores encubiertas de información, a partir de un contexto que implica vivir y trabajar en medio de un conflicto desencadenado por milicias privadas del crimen organizado al interior de una población civil.
En ese tiempo hasta las coberturas deportivas en cualquier lugar se volvieron de alto riesgo. Ésta era una zona comprometida y si ibas a los juegos tenías que cuidarte. Hoy en día también hay gente armada en las ligas rurales. Así resumo mi triste experiencia como reportero deportivo en aquellos años: la neta es que nadie está seguro cuando vive y trabaja en medio de una guerra".
Alberto: Periodista deportivo
La verdad nunca pensé que se tratara de un secuestro. 'Al Cuerpo nada más le falta ir a la guerra', fue la presentación que le extendieron a quien solicitaba de manera urgente mis servicios de camarógrafo. Cuatro horas después: '¡A ver, cabrones, cómo quieren que se los cargue la chingada!', nos gritaba al grupo de reporteros uno de los miembros del cártel. Nunca más volveré a mi tierra. La seguridad de mi familia estaría en riesgo. No tiene caso. Claro que extraño un chingo. Más todavía porque la región lagunera sigue en el abandono. Estoy muy agradecido con el gobierno americano, pero eso no significa olvidar que soy mexicano. Aún tengo miedo de retornar a mi país. Un camarada me preguntó hace poco si lo haría. Sin pensarlo mucho le dije que no. En vida no lo creo. Ai’ muere. A Torreón solo muerto regreso. A Torreón solo mis cenizas vuelven".
Alejandro: Periodista con cámara al hombro
Durante el secuestro llegué a pensar que ya no podría darle un beso a mi familia. Logré ver a mis hijos y a mi esposa hasta el martes 3 de agosto de 2010; cuatro días después de la liberación. Se me hizo un vacío en el pecho cuando los abracé y los besé. Los primero que les dije fue que los quería mucho y que gracias a Dios estábamos bien; juntos de vuelta. Y aquí estoy. Aquí sigo. Siete años, tres meses y 26 días después".
Javier: Periodista
No nos entrenaron para trabajar en medio de esa guerra y mi mayor lección fue aprender a guardar silencio. Después de 10 años, pienso en eso cada vez que recuerdo mi secuestro. Sobre todo el momento en que me liberaron, cuando di vuelta y empecé a retornar. La verdad, nada más contaba los pasos. Creí que me iban a disparar por la espalda. Sirvieron las súplicas de mi madre a San Benito, un santo que ayuda a las personas cuando éstas corren peligro. En aquel instante, en realidad sólo esperaba escuchar el tiro, cerrar los ojos y desplomarme en el suelo".
Mariana: Periodista
Durante aquella etapa de violencia solía cargar la información que reporteaba hasta en sueños, y es ahí donde terminaba por estallarme la cabeza. Es muy frustrante bajar la guardia por temor. Quizá en otro tiempo sí podría realizar un trabajo periodístico más amplio y con mayor profundidad, pero la prioridad siempre fue y será mi familia. Recuerdo haber sufrido pesadillas donde, en lugar de un parque, veía un terreno baldío cubierto de niños decapitados".
Ángeles: Periodista
Estaba por llegar al quinto de mes de embarazo cuando fui a cubrir una situación de crisis en el Centro de Readaptación Social de Torreón. ¿Cuáles fueron mis mayores lecciones en esa etapa? Creo que valorar la existencia y entender que mi familia está por encima de investigar, buscar o disipar dudas. Estoy consciente de que, así como estuvieron las cosas, en cinco minutos podían acabar con mi vida. La violencia trastocó la forma de vivir de toda la gente, por lo tanto, el peligro y los riesgos se generalizaron. Nuestras coberturas transcurrieron bajo una amenaza mortal".
Angélica: Periodista
Me he desempeñado como reportera en diversas fuentes desde el año 2004. Inicié mi experiencia periodística en la cobertura de temas policiacos. Un lunes por la tarde recibí la llamada de un desconocido: “Le hablo de parte del Jefe. Van dos notas”, dijo, y advirtió que una tercera no me la iban a tolerar. “Si usted no quiere ponerse traje de madera, ya no saque nada”. Colgué con los nervios en la mano y se me fue el color de la cara".
Daniela: Periodista
En esa ocasión reporteaba testimonios para una nota de rutina. Hacía un simple sondeo que consistía en captar opiniones sobre la calidad de los servicios públicos municipales. Iba en busca de mi tercer entrevistado, y en eso, dos muchachos cuya edad no rebasaba los 17 años me abordaron mostrando un arma de fuego. Casi una hora después: “¿A poco no tienes miedo, güey? Porque te puedo meter un plomazo aquí”, dijo el que traía la pistola".
Ezequiel: Periodista
Soy reportero desde 2004. Los daños por el recrudecimiento de aquella guerra fueron muy profundos y —a 10 años de distancia— nos impiden saber cuánto tiempo pasará para recuperar los cimientos de una sociedad en descomposición. El resultado equivale al saldo de un desastre en curso. Si pudiera definirlo por medio de una imagen, diría que fuimos víctimas de un huracán, de un tsunami y de un terremoto. Todos juntos, en uno solo"
Francisco: Periodista
Al día siguiente vino la segunda embestida de la serie. Esta vez, por una calle distinta, las balas destrozaron los vidrios de la entrada principal y traspasaron un segundo piso en el interior. Es curioso y paradójico. En esos momentos instructores de la Federal Preventiva impartían al personal un curso para aplicar protocolos de seguridad. Escribía las notas recopiladas en aquella jornada de trabajo. De repente se escuchó un estruendo, una especie de explosión. Pensé en el estallido de una granada. Me levanté de la silla y quedé paralizada hasta que una compañera me aventó al suelo: “¡Tírate al piso! ¡Nos están disparando! ¡Tírate al piso!”.
Isabel: Periodista
Creo que la muerte de Eliseo representó un golpe demoledor para todos. Nos impactó no sólo por el hecho en sí mismo, sino por la forma. Lo secuestraron delante de su familia minutos después de llegar a su casa. Haciendo un intento por rescatarlo, supe que la señora forcejeó con los sujetos del grupo armado. '¡No se lo lleven!', les gritaba. Horas más tarde, la crueldad del mensaje. Me pareció innecesaria la forma en que apareció el cuerpo. Lo hicieron sufrir bastante. Y a pesar de la tortura, hubo evidencia de que El Cheo se defendió, aunque finalmente las armas, la fuerza y la superioridad numérica se impusieron. Por si eso no hubiera sido suficiente, nos dieron un rejonazo más durante el sepelio. Al tiempo de que varios compañeros estábamos velándolo en la funeraria, supimos que habían colgado una manta frente a los antiguos estudios de Televisa Laguna. Lanzaron una nueva amenaza. 'Nosotros no estamos jugando. Pregúntenle a Eliseo Barrón'. Vivíamos la consternación en ese momento y en medio de la pena nos restregaron el dolor".
Joaquín: Periodista
El cruce frontal de mi vida con la violencia inició cuando desempeñaba un cargo público y veía un video por internet. La escena era una réplica de los interrogatorios bajo presión que suelen transmitir los islamistas radicales desde Medio Oriente. Con todo, mi peor experiencia ocurrió mientras desahogaba pendientes como funcionario público en 2010. Un comando llegó hasta la Dirección de Seguridad Pública y abrió fuego en contra del edificio.Esa balacera y el interrogatorio letal que explotó en la red hace más de siete años me marcaron para siempre. Tal y como pasó en el momento de la transmisión del video, aún tengo presente la mirada perdida de aquel agente, de aquel oficial de policía hincado en línea de ejecución. Un destello rayó el infrarrojo de la cámara al finalizar la secuencia. Imposible olvidar cómo un tiro a boca de jarro reventó la cabeza del teniente García".
Jorge: Periodista
Luego de la desaparición del entonces jefe de la Unidad Antisecuestros solo se supo hasta que colgaron un video en la red. Tenía moretones en la cara; venda en los ojos. Él no ha regresado desde el lunes 14 de mayo de 2007, fecha en que un comando lo retuvo en el estacionamiento de un restaurante y se lo llevó. Dicen que somos lo que decimos. Al saber que alguien como El Comandante dijo que la situación se pondría peor y ver que él mismo era ya una víctima, me di cuenta de que, si al jefe de un grupo antisecuestros le habían pegado así, ¿qué nos podría pasar a nosotros?".
Leonor: Periodista
Creo que el periodismo no es cosa de héroes. Es una profesión en la que, como en todas, existen riesgos. En la situación de violencia actual es necesario aprender a cuidarte. Saber hasta dónde llegar. Construir al vuelo un instinto de supervivencia. Hace cinco años me retiré del medio. Para ser sincera, haberme desempeñado como periodista de nota roja resultó frustrante. No siempre pude ser objetiva o no siempre publiqué los datos precisos. Ni modo. La intención era evitar complicaciones que pusieran en peligro mi integridad y la vida de mi familia".
Lizeth: Periodista
A más de cuatro años de los atentados y viviendo actualmente fuera de la región, puedo concluir que los periodistas estamos solos. La única defensa a la que aspiramos reside exclusivamente en nosotros. Me aterra saber que si me hubiera tardado más en ir al Seven Eleven habría sido una de las víctimas aquella noche del secuestro múltiple. A pesar de todo el tiempo que ha pasado, creo que permanecen las secuelas del estrés que impone todo cordón militar instalado en las afueras de tu centro de trabajo, el cual duró casi 90 días. En ese entorno, salir a reportear significaba una exposición letal. Cruzar la puerta de entrada al periódico alcanzó el nivel de un riesgo de muerte".
Lucrecia: Periodista
Aprendí una gran lección durante la época en que me desempeñé como reportero y estalló la guerra por La Laguna en 2007: uno sabe que puede perder la vida cuando asimila el tipo de intimidación al que está expuesto. Primero aparece el mensaje de las armas. Así empieza. Luego viene la violencia desmedida y finalmente llega la inyección personal del miedo. “¿Quieres un pedacito de panteón?”, me dijo alguna vez un sujeto vestido de policía. Resulta que éste, en compañía de otros agentes atropellaron a una persona, pero trabajaban para un cártel y viajaban en una unidad clonada, un vehículo pintado como patrulla. No hubo gafetes, no hubo identificaciones. '¡Vas a morirte, güey! ¡Te vamos a matar!', escuché por el intercomunicador de radio".
Rodolfo: Periodista
El ambiente se fue cargando de hostilidad y todo complicó la liberación de Paty. El instante más culero se dio cuando un grupo de agentes federales apareció en el encuadre. Subió la tensión. Estaban pasando cosas muy extrañas. Los federales se retiraron, pero en ese momento arribó un pelotón de soldados que no permaneció más de tres minutos en el lugar. Así como llegaron, los miembros del ejército se fueron. Luego irrumpió un convoy que desplegaba una fila de varias camionetas. Pudo ocurrir algo muy grave. 'Es mejor que nos vayamos, señorita. Este lugar ya no es seguro', me dijo el policía a cargo de nuestra seguridad. Instantes después confirmé que nuestra compañera había regresado a salvo. Sólo así pude largarme de ese pinche infierno".
Rosario: Periodista
La crisis de febrero del cada vez más lejano 2013 nos mandó a un punto de locura. Acudiera o no a la empresa el peligro era el mismo. 'No salgas de tu casa', me decían. Pero ahí mismo fue donde secuestraron a dos de mis compañeros. ¿Hay libertad de expresión cuando te conviertes en un incógnito? En la medida de lo posible omitía mi profesión de periodista en esa etapa de oscuridad que se prolongó por seis años. Y durante y después de la crisis que vivimos en el periódico en el cada vez más lejano 2013; era mejor que nadie supiera lo que hacía para ganarme la vida. Tenía que esconderme, como si en lugar de estar haciendo un trabajo, estuviera cometiendo un delito".
Valentina: Periodista