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14 Jul
14Jul

Facebook | 1º de mayo de 2011

Gómez Palacio, Durango

14:01 horas

La serie final de penaltis para definir un campeonato de fútbol llanero que nunca terminó porque los jugadores abandonaron la cancha en estampida. El odio interranchero explotó. La pelota quedó a la deriva en el manchón penal y de la nada apareció un tornado concebido para inyectar espirales de violencia. Aquello fue lo más parecido a una tolvanera humana tumultuaria, sobrecargada de chingazos y mentadas de madre.  Mujeres y hombres por igual. Un terregal de lucha súper libre sin reglas ni códigos, artillado con inmisericordes bombardeos  a  base de palos, piedras y rebosantes caguamas.

Es 30 de abril del año 2011. Comunidad agrícola de El Fénix, municipio de Gómez Palacio, Durango. Día del Niño. El sol, en declive. Tendidos e inconscientes sobre el círculo central yacen dos personas. Se trata de un hombre y una mujer a quienes les acaban de romper la cabeza con una botella de caguama aún sin destapar. Ya en el suelo, leñas del árbol en desgracia, les vociferan groserías de grueso calibre. La frecuencia de los insultos se asemeja al ciclo del disparo secuencial de un R-15 o Cuerno de chivo. Sin el menor sentido de la misericordia, les trituran el cuerpo aplicando la ley del palo y las patadas. Bien dicen los viejos dos cosas, una, que los sábados se suelta el diablo y otra, que la raza en el rancho es intensa y generosa para todo, sea fiesta o pleito, hay que hacerse notar. 


Campo de Fútbol | Comunidad Agrícola El Fénix | Gómez Palacio, Durango



Decenas de teléfonos celulares saturan la línea de emergencia 066. La radio operadora de la Dirección de Seguridad Pública de Gómez Palacio contesta y dice: 


“Ya está hecho el reporte”. Respuesta lacónica, pretexto inmejorable para propinarle por lo menos una mentada de madre. Ya ni la chinga. Si supiera cómo se calentó la escalada de putazos, hasta al Ejército le hablaba la güey o, ya de perdis, a los federales



Campo de Fútbol | Comunidad Agrícola El Fénix | Gómez Palacio, Durango 



Una sobredosis de burocracia para extinguir el incendio expansivo de un campo de juego convertido en un cavernario ring tumultuario. Aquí puros pinches rudos, cabrón. Una perrita bóxer blanca zigzaguea en chinga con el lomo cubierto de sangre. Los restos de la mezcla de carnes, mejor conocida como discada, la detienen sobre la zona del festejo de los integrantes de Linamar, empresa de capital canadiense especializada en la fabricación de productos automotrices. 


Una señora pregunta por el paradero de un niño de tres años expulsado por la ira de una encrespada marea humana. Minutos antes se desencadenó el ataque sorpresivo de un enjambre de abejas. ¿Pos qué chingaos falta pues? ¡No mames! ¡Esto está de la chingada! 

La Colonia Agrícola El Fénix se encuentra sobre el costado oriente de la carretera a Ciudad Juárez, en automóvil, a sólo tres minutos del entonces Centro Penitenciario número dos, en el ala norte de Gómez Palacio, sobre la gran extensión territorial denominada Perímetro Lavín. La Indiferencia policiaca es criminal. Nada qué hacer. Tan solo esperar el tiempo necesario para huir de la trampa, correr por instinto y proteger a los niños y a las mujeres


Industrias Linamar contra Deportivo El Fénix | Final de Campeonato | Sábado 30 de abril | 2011


Es 30 de abril, día inmejorable para que el batallón infantil presente reciba en familia muestras de afecto, empuje a sus papás hacia la victoria y sea objeto de un motivo más de celebración. Dos pájaros de un tiro. La espera del trofeo se prolonga. Linamar celebra su primer campeonato entre bromas, anécdotas, brindis y un cargamento más o menos regular de Tecate Light, Indio y Carta. Para no dejar fuera la tripa, nada mejor que una suculenta discada revuelta por Pablito y aderezada con una salsa especial de doña Elvira, la mamá del portero; un guardameta a quien, ya instalada en las profundidades del cotorreo y la carrilla cáustica, la banda alegre y pesada del jale lo caricaturiza evocando la figura de un héroe bonachón y con algunos kilos de más: Kung-Fu Panda

En la recta final del juego, El Charly, logra abrirse paso entre un mar de guardias defensores, patea el balón hacia un extremo de la puerta, fuerte y a ras de pasto, la pelota termina por estrellarse en la red. Tarde a la cita, el portero del Fénix respira la estela del polvo letal dejada por el esférico y exhala un “¡Puta madre!” que se escuchó hasta la chingada, mientras su rostro emerge del montón de tierra que cubre inerte la línea de meta. La estampa de la primera final del día es de contrastes. Los que visten de rojo alzan los brazos, se felicitan mutuamente y ensordecen con gritos de júbilo el alarido de la victoria: “¡Eso es todo cabrones!”, “¡Bien hecho mi Roger!”, “¡No mames Chaparro, te tragaste ese pinche gol!”, le recriminaban al guardameta.  “¡La copa, la copa!”, “¡Linamar, Linamar, Linamar, Linamar!”. 


Linamar | Equipo Campeón | 30 de abril | 2011


El Club Deportivo del Fénix arrastra el maleficio inherente al uniforme que porta; es idéntico al del equipo América en tiempos del 10 paraguayo Salvador Cabañas: sin títulos ni trascendencia. Los locales sufren la vergüenza de una derrota monumental en casa. La impotencia los cubre de silencio. Ambos equipos permanecen en el centro deportivo para la entrega de los trofeos. Al campeón y al subcampeón les falta su respectiva corona. Tendrán que esperar a que el otro partido final termine. Linamar se decide por la convivencia familiar en los límites exteriores del campo número dos. Sobre ese mismo terreno de juego, ya resignados, los del Fénix se avientan una piquita con un adversario combinado, el cual porta camisetas alusivas al Santos y al Atlas de épocas anteriores. 

El mismo día en que la convención social determina celebrar la infancia, dos escuadras de fútbol, dirimirán sus viejos agravios sin haber partido de por medio, utilizando un arsenal inagotable de piedras, palos y botellas de caguama rebosantes de cerveza. La imagen del incidente es, por lo menos, absurda. 

Está en curso la última de las dos finales programadas. El equipo finalista de Las Huertas, ataviados al estilo rojinegro del Inter de Milán, está por iniciar una serie de tiros penales contra quienes, portando un atuendo similar al del Deportivo La Coruña (pantalón corto en azul rey, camiseta albiazul a rayas en posición vertical), son sus rivales en turno: el Club Santa Rosa. Durante más de 120 minutos, los dos mejores de la liga no han sido capaces de “meterla” en la portería. Es un cero a cero trepidante

Un espontáneo altamente alcoholizado, por lo menos, se la hace de tos a un integrante del Fénix Sport Club, son coterráneos. Algunas mujeres toman parte en la airada discusión. Gritos y reclamos mutuos. Nadie pretende ceder. Empieza el manoteo. Cada quien aparta a su cada cual del conflicto y sin embargo vuelven a enfrascarse en una inercia de vaivén interminable. La pelea está a punto de entrar ya en un horno de fusión

Empiezan los madrazos. Súbitamente y sin explicación aparente alguna, los del Inter de Milán-Huertas Gómez Palacio, abandonan la serie de penales y olvidan la definición del juego de campeonato. Sorprendidos, atónitos, los árbitros y el conjunto del Deportivo Santa Rosa miran pasmados cómo en, masa, el finalista contrario, bajo un esquema de formación T en B (o sea, Todos en Bola), se desplaza velozmente hacia el otro campo, brinca la cerca imaginaria e interviene inexplicablemente en la reyerta. Son más que los del Fénix. ¿Alguna noticia sobre los dos que encendieron el polvorín? Nada, ni idea. La putiza es contundente. Batalla campal: golpes, heridos, piedras, palos y botellas de caguama repletas de alcohol en funciones de proyectil


La portería abandonada en la serie de penales de campeonato que nunca terminó

Niños y mujeres en riesgo. En un abrir y cerrar de ojos, la fiesta se transforma y queda a punto de alcanzar el nivel de tragedia para los Red Devils Región Cuatro Linamar Gómez Palacio. El lanzamiento descomunal de un tonel cristalizado de cerveza Indio, buscando impactar la humanidad de alguno de los rivales, pega en la pata de una silla de plástico, a milímetros de la pierna derecha de una de las mamás presentes: “¡Calmados putoshay familias aquí!”, “¡Lárguense a chingar su madre para otro lado!”, “¡Váyanse a la verga, no mamen!”, reclama la legión escarlata. La lógica del caos, ahora ya no es el balón ni el campeonato, sino la vida, lo que está en juego. Las fuerzas en combate se repliegan. 


El Fénix amontona sus líneas sobre el acceso al rancho y a los campos: tapa la única salida posible: “¡Se la van a pelar, culeros!”. Los del Inter de Milán- Huertas, se reorganizan y se rearman con lo que encuentran en los linderos del centro recreativo, preferentemente, riscos de tamaño estándar que cubran la mano. Sin deberla ni temerla, el grupo familiar de Linamar queda atrapado en el ala norte. Un grupo de personas levanta a los “casi-muertos” del círculo central trazado sobre el césped del campo número dos y, a rastras, los traslada a una zona menos hostil

Un supervisor adscrito a la compañía de capital canadiense llora y reprueba el exceso de fuerza infligido en contra de esa pobre mujer en estado de inconsciencia. Inevitable pedir auxilio a la Cruz Roja. Alguien, no sé de quién se trate, negocia la salida de los que están al margen del incidente: “¡Sale primero Santa Rosa!”, exclama uno de los encargados de las canchas. El segundo bloque de evacuación le corresponde a Linamar. Poco a poco el estacionamiento se vacía, parece un blanco-tierra de gas lacrimógeno. Los autos desaparecen, se pierden de vista, no por la lejanía sino por el denso polvo que levanta la fricción de las llantas con el suelo

De súbito, la tregua, mientras la noche oscurecía aún más el negro panorama. A lo lejos, la sirena de una ambulancia que se divisa y entra al pueblo para atender a las víctimas colaterales. Un respiro de alivio conforta a quienes estaban esperando el momento preciso para salir a salvo con los niños que han vivido un treinta de abril y algo parecido a un dos de noviembre el mismo día. Casi dos horas después de la trifulca, dos patrullas de la municipal incursionan en el pueblo. La seguridad, bajo tal antecedente no es más que una falacia. Un cuento de ácido humor negro. “El 066, respuesta inmediata”, proclama oronda la autoridad. Es claro que los criterios oficiales para atender una llamada de emergencia son muy laxos: entre cinco minutos y dos horas. Chíngate y si quieres, si no, llama las veces que quieras, de todos modos te la vas a persginar: “Ya está hecho el reporte”. 

Una tarde en calma. Campo de Fútbol | Comunidad Agrícola El Fénix | Gómez Palacio, Durango


Es un sábado inusual de competencia futbolera en el cierre de un torneo de liga local. Las dos finales quedan incompletas. Un campeón que no recibe su corona y un equipo que abandona el partido de campeonatoantes de los penales por irse a dar de chingazos con el viejo rival de casa. Bien dicen que si Kafka hubiera nacido en México, habría sido un escritor costumbrista. Por cierto, yo portaba una cámara fotográfica. Definitivamente, en casos así, mejor manos libres. Retraté con los ojos y éste fue el cuadro bizarro que pude captar. En la huída: "¡Sube a los niños!", “¡Vámonos ya, güey, ahorita está calmado el pedo!”, “¡Prendes las intermitentes y bajalos vidrios del carro si andan polarizados!”, “¡El lunes vemos lo del trofeo!”. Absoluta y completamente de acuerdo, la familia es lo más importante. Al final, los saldos de la angustia: un gol glorioso de último minuto y un escape infernal producto del terror que imprime la violencia. Una terregosa caravana en fuga, impulsada por los resortes del miedo.


JCNava 

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