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10 Jul
10Jul


Verano de 1999. El usual calor nocturno lagunero de la época mostró su lado misericordioso y solidario. Imprescindible pues, sobre todo cuando se trata de tirarle paro a los gladiadores que arman sus caídas de sombra en medio de una radiación infernal, propia de vestidores hechos a base de concreto reforzado tipo búnker.

Arena ruda, cavernaria. Fragua salvaje de cemento desnudo y perfiles de acero laminado que cumplen la función de asientos de tortura alrededor del cuadrilátero. Es paradójico. No obstante las inclemencias padecidas por todo sistema nalgatorio que ose reposarse ahí, resulta ser la zona más cara. Aquí, hasta los de billetera gorda terminan por pagar sus cuotas de aguante. 

Glúteos haciendo penitencia, al tiempo que sus propietarios evaden el sacrificio tomando cheve, cascando semillas, destrozando reputaciones y disparando mentadas de madre, cual metralleta  usada por “Varguitas” en la película de La Ley de Herodes. Proyectiles viperinos con blanco indiscriminado. Ya estando ahí cualquiera corre el riesgo del insulto latente. Es decir, no te escapas. Te chingas y te jodes. 

Es la Olímpico Laguna de Gómez Palacio. Añeja. Desvencijada. En este 2020 cumple 66 años. Núcleo embrionario de grandes luchadores. Entre ellos se encuentra uno de sus consentidos más pesados de talla internacional: Blue Panther

Leyenda comarcana, EL MAESTRO regresó al terruño para darse un tiro a “tres caídas sin límite de tiempo” con otra leyenda: El Hijo del Santo


Lucha estelar. La última de la función.  Once de la noche, si acaso, unos 32 grados máximo, atenuados con un fresco vientecillo impulsado de norte a sur. Es decir, sólo para referenciar, digamos que desde los “generadores” del cerro de La Pila hasta la loma alta de su compadre de enfrente, el cerro de La Estrella
El aforo excedió las mil 800 localidades disponibles en las dos plantas del bravo rectángulo que forma esquina en el cruce de Mina  y Ocampo. En la arena no sólo se agotaron los espacios en “ring” y “general”. Creo que esa noche se sobreocupó el sobrecupo. No mames. Había un chingo de banda


Antes de empezar, el carcajeo masivo de siempre. Toda vez que no había campana, como muy probablemente siga así después de 20 años: “¡Estaaa eees primeeraa caídaaaa! ¡Clin-Clin!”, amplificó micrófono en mano el anunciador oficial fuera de cuadro. Por supuesto, es todo tan artesanal y primitivo en este lugar, que hasta el efecto del tintineo se produce con voz humana. Todo al natural. Todo en directo. 
El combate fue memorable. Muy técnico. Cuerpo a cuerpo los engarces reflejaban una diferencia nula entre ambos luchadores. Santo, girando de cabeza sobre el suelo, envolvía con los pies el cuello de Panther. Esa tijera o rehilete invertido siempre le resultó al enmascarado de plata en sus intentos por derribar a la Pantera Azul


Sin embargo, nuestro compatriota demostró lo importante que es en la lucha utilizar con técnica la rudeza. Fue impresionante observar cómo al salir de un castigo, la contrallave que aplicó al Santo le permitió cargarlo en vuelo con un solo brazo. Al cierre de la evolución vino el impulso final para dejarlo caer y rebotarlo en la lona. Después de dos impecables lecciones de lucha esencial, un empate. Una caída por máscara. Así llegó la tercera. Durísima, equilibrada, fragorosa, sin descanso


La catarsis reventó. En la última escena, un choque inesperado con Panther catapultó  fuera del ring al réferi Viruta. Espigado, largo, flaquito y enclenque, tendido en el suelo y sin conexión con el mundo, los luchadores siguieron trenzados un buen rato sin autoridad de por medio.


En esas condiciones transcurrió el emocionante final de batalla. Panther le aplicó una indescifrable combinación  de llaves al Santo. El público intercedió. En forma espontánea afrontó la contingencia de aquella lucha sin  réferi en el momento más crítico para cantar la victoria del Blue: “¡1...2...3...!”. Y el MAESTRO levantó los brazos. 


Pero había un detalle. El Viruta acababa de reiniciarse luego de la contusión. Se tambaleaba peor que las cuerdas. Apenas pudo subir al ring, vio a Panther festejar sin entender lo que sucedía. La gente le informó a gritos el reporte de los hechos. Y pues, o todavía andaba medio grogui o de plano ni darse por enterado quiso. Es decir, muy probablemente se hizo olímpicamente pendejo. 


Al final, en medio de la confusión, Santo aprovechó el pestañeo para aplicar su arma letal a un distraído Panther: la inmortal llave de “a caballo”. Viruta mandó a la chingada la estridente cuenta de tres previa y le dio el gane al heredero de la legendaria máscara de plata


Sin embargo, él sabía que no ganó en buena lid. Reconoció que Panther le había tumbado el pedestal. "Me ganaste hoy a la gente aquí en tu tierra. Te reto a una lucha de campeonato el próximo jueves”Así fue. Y como en las películas, ya se imaginarán cuál fue el resultado una semana después.
Qué más da. Ese combate quedará siempre en mi memoria. Como nunca, la voz majadera y estruendosa de La Olímpico se fundía en un solidario alarido estremecedor para invalidar aquel triunfo robado: “¡Blu! ¡Blu! ¡Blu! ¡Blu! ¡Blu! ¡Blu!”...


, el GRAN MAESTRO LAGUNERO había perdido la lucha por decreto. No obstante, al menos por esa noche, nuestro gran Panther le pudo arrebatar la gloria al Hijo del Santo

JCNava
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