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La ocupación villista de La Laguna: Paco Ignacio Taibo II en la cuna de la División del Norte

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28 de junio de 2011 

Gómez Palacio, Durango 

13:32 horas

Sábado 19 de marzo del año 2011. Ejido La Loma, municipio de Lerdo, Durango. Los diversos frentes revolucionarios seguían avanzando sobre el norte de México. Habían arribado a la Comarca Lagunera, para enfrentar las líneas de defensa del ejército federal y tomar el control de la ciudad de Torreón, Coahuila. Hacia la última semana de septiembre de 1913, dichos contingentes concentraban sus fuerzas en la zona suroeste de la región. La base de operaciones quedó establecida en el casco de la Hacienda de La Loma, Durango. Fue en este lugar donde se conformó la División del Norte y el general Francisco Villa asumió el mando unificado de la rebelión.

En su origen, fue una pequeña estancia próxima a la sede de la misión de San Juan de Casta, hoy en día el poblado de León Guzmán; el núcleo de la evangelización cristiana emprendida por los jesuitas españoles en La Laguna. La construcción de la Hacienda de la Santísima Trinidad de la labor de España inicia en el año de 1800. Más de un siglo después, ya con el nombre de Hacienda de La Loma, se convierte en el lugar del cónclave que da origen al ejército villista. Hoy en día, luego del rescate al inmueble hecho por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, el gobierno del estado de Durango y el ayuntamiento de Ciudad Lerdo, cumple la función de museo de sitio.

-¿Qué representa para usted estar en este lugar? 

-Los lugares simbólicos tienen una cierta magia y recorrerlos es meterte en las situaciones, tratar de entender cómo fue esa reunión. Era evidente que los revolucionarios no podían enfrentar unas defensas federales como las que tenía montado el Ejército en las tres ciudades de la Laguna sin un mando unificado. Cuando llegan aquí los revolucionarios son entre ocho y nueve brigadas. Cada una de ellas con unidad, estructura y experiencia de combate, pero no tienen mando unificado, no saben combatir juntas. Entonces la necesidad de que alguien tome el mando es fundamental.

Para el historiador, la condición circunstancial que implica la reunión de las facciones rebeldes en La Loma, es determinante para llegar a la etapa en que debía establecerse el mando único y elegir la mejor opción de liderazgo.

“Sólo así podrán enfrentar la toma de Torreón. Territorialmente ya les están empezando a tocar las primeras avanzadas de los federales y en ese sentido la decisión de nombrar a Villa yo creo que fue una decisión afortunada. Quizá Maclovio hubiera sido la opción, pero creo que Villa es muy superior a Maclovio como estratega. Tiene la virtud de que aprende muy rápido sobre la marcha. Va sumando experiencia y cada experiencia que suma, la va convirtiendo en sabiduría política”.

-¿Cómo recrearía la escena de esa reunión de generales aquí en el Casco de la Hacienda de La Loma, en la que Villa es nombrado el jefe de la División del Norte? 

-Muchas veces la pensé. No sucedió aquí donde nos encontramos, sucedió en el sótano, en una sala de cavas. Debieron haber estado solos los generales, a lo más con uno o dos hombres por cada brigada que los acompañara y supongo que la discusión debió de haber sido muy sencilla. Yo creo que todos ellos eran muy conscientes de la unidad de mando, ¿quiénes eran los posibles candidatos? Estaba más o menos claro. Tampoco tenía Villa demasiados méritos. Es cierto que su primera campaña en Chihuahua después del cruce del rio había sido muy rápida y muy eficaz. Es cierto que él había combatido contra la rebelión orozquista, pero también la habían combatido Maclovio, Hernández, Urbina. Es cierto que él era un viejo maderista, fue uno de los directores de la toma de Juárez junto con Orozco, pero tampoco tiene tantos méritos y en términos de personalidad, no hay duda de que el carisma de Villa pesa. Es un hombre con mucha capacidad de crear empatía con la gente que lo rodea. Muchas veces me imaginé la reunión. Me la imaginé como una reunión muy sencilla. Nada de celos, confrontaciones. Necesitaban a alguien que le diera unidad de mando a la División, a lo que va a ser la División; no pueden confrontar a los federales con ocho brigadas.

-¿Qué pesa más en la nominación de Villa, su personalidad o su condición de estratega?

-Yo creo que pesa un tercer factor, que es su capacidad para ir convirtiendo la experiencia en aprendizaje. Su enorme capacidad para aprender sobre las rodillas y sobre la marcha. Ya estás hablando de un ejército moderno. Estás hablando de momentos en los cuales la División del Norte tiene 30 mil hombres en línea más entre retaguardia, hospitales depósitos, vigilancias fortines, guarniciones, otros 30 mil atrás. Estás hablando de un ejército de 60 mil hombres. Esas son palabras mayores. Y villa es capaz de ver el cuadro, a veces acertando, a veces equivocándose pero siempre aprendiendo.

-¿Cuál es el peso específico de la Comarca Lagunera en el proceso revolucionario? 

-La Región Lagunera va a aportarle algo muy importante a esa fuerza que conocemos como la División del Norte. Le va a aportar dos brigadas que tienen un contenido agrarista más profundo que el que traen los chihuahuenses. En Chihuahua la bronca es la oligarquía, los derechos de paso para que tus ovejas pasten en los lugares donde están las grandes ganaderías, es el peso tremendo en la vida cotidiana de los latifundistas. Aquí el tema del debate es la reforma agraria. Ya lo traen y van a aportarle al villismo esa visión que lo complementa y lo enriquece. 

-¿Esa condición hace más compatible el movimiento revolucionario del norte con el ejército del sur encabezado por Zapata? 

-Sí porque de alguna manera son las brigadas laguneras las que en la Convención hacen el puente con los zapatistas. Son las brigadas laguneras las que dicen cuando los zapatistas le dicen que lo no negociable es el Plan de Ayala, los que sin problemas convencen a Villa.

El lapso 2006 -2011 y contando: la rebelión del enjambre 

La conversación termina. Atrás quedan los recuerdos vívidos y la reflexión que, desde el lugar de los hechos, ha expresado Paco Ignacio Taibo sobre un fragmento fundamental del pasado revolucionario de México. Es prácticamente la etapa final de su visita a La Laguna. Voltea hacia la izquierda con cierta frecuencia. Mira a través de una de las ventanas del museo. Pareciera que a la distancia, sus ojos entran en complicidad con la imaginación y le permiten viajar a través del tiempo a esos días cruciales del mes de septiembre del año 1913. 

Se encuentra en el lugar preciso. Está presenciando la llegada de las contingentes armados que en unas horas quedarán bajo el mando de Francisco Villa y dentro de unos días harán pedazos a las fuerzas federales en la Toma de Torreón. La luz que emana del atardecer alcanza a introducirse en el área sur de la recámara de exhibición donde nos encontramos; dispersa, entrometida y benevolente le ilumina una porción del rostro. En la atmósfera interior: un rayo de sol, ráfagas ligeras e intermitentes de viento fresco desplazándose desde las labores de Sapioriz hasta los campos de La Loma y el humo de un cigarro a punto de expirar. 

El maestro alterna en sus labios las palabras que condensan el valor histórico de una región combativa con la inhalación y la exhalación de un cilindro de tabaco irremediablemente condenado a sucumbir ante los estragos del fuego. Aquí se mantienen con vida los vestigios de la Revolución. Una dimensión paralela donde el espíritu de Villa ejerce el dominio territorial y descansa velando la memoria de las armas. Escapar, imposible. El General sigue mandando. En este largo laberinto con paredes de adobe y piso de ladrillo, Villa vive y no sólo eso, se le respira. 

Al cierre, y teniendo como origen la hacienda donde se formalizara el pacto que dio origen a la División del Norte, hay tiempo para arrancarle al maestro Taibo su punto de vista sobre la “guerra” contra el narcotráfico. El regreso inevitable a la terrible realidad en rojo que vivimos en el presente.

-¿Qué opina de la estrategia militarizada que emprendió el gobierno federal en contra de los cárteles de la droga?

 -Yo creo que Calderón en la medida en que no tenía legitimidad y porque había surgido de un fraude electoral la buscó, haciéndole un favor a los norteamericanos. Lo que debió haber sido una guerra que se librara en territorio gringo, la libró en México. No controló el tráfico de armas, se le olvidó pedirles que controlaran las cuentas bancarias, va a la guerra con la mitad de la inteligencia en poder de los propios bandos de los narcos que le corrompieron a sus jefes policiacos. Tiene una policía, un Ejército que no sirven para nada y que están en una buena parte tocados y corrompidos. El sistema carcelario es, como se ha demostrado, un absoluto desastre y el sistema judicial otro desastre más. Hay que ser absolutamente imbécil o absolutamente irresponsable para ir a una guerra contra el narco en esas condiciones y agitar el avispero.

JCNava 

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